LA NACIÓN/Mariela Arias EL CALAFATE.- Ayer dos hombres quedaron muy cerca de los límites con el espacio, lo hicieron a bordo del Perlan II, un planeador con cabina presurizada, y marcaron así un record en la aviación al alcanzar los 76.200 pies de altura, el equivalente a 23 kilómetros, la segunda mejor marca de la historia tanto de aviones civiles como militares. De este modo el equipo de eximios pilotos y técnicos lograron batir por tercera vez en una semana el récord mundial para aeroplanos establecido en estos cielos aquí hace un año. El avión cuyo diseño parece robado en una película de ciencia ficción vuela sin motores, impulsado por el fenómeno metereologico conocido como onda de montaña, que conjugado con el vórtice polar le permite surfear en corrientes de aire únicas que se dan en cercanía de los polos. Por tal razón las condiciones metereológicas juegan un papel fundamental y están supervisadas de forma permanente por equipos en EE.UU y Australia.
/ El de ayer fue el segundo vuelo más alto de la historia de la avión, solo superado por el SR-71, el Blackbird, una maravilla tecnológica para su época, dedicado al reconocimiento estratégico de largo alcance, que rompió múltiples récords de aviancion durante el tiempo que estuvo de servicio entre 1966 y 1998 y llegó a volar hasta los 85.500 pies de altura. Ayer lo protagonistas del record fueron el jefe de pilotos Jim Payne, de 68 años y Tim Gardner, ambos de EEUU, quienes fijaron una marca real por altímetro de 76.200 pies y una marca de GPS de 74.298 pies, la que presentarán para que sea convalidada como record mundial. Con esta marca, la misión para este año en Patagonia, ya alcanzó la meta. “El objetivo ya está cumplido, vamos a seguir volando dos o tres veces mas hasta el 15 de septiembre, pero ya no tenemos intención de subir más alto este año. El próximo año asaltaremos lo 90.000 pies que son 27.8 kilómetros”, detalló Miguel Itumendi, piloto español, integrante del equipo quien el martes pasado fue protagonista del vuelo que alcanzó los 65.600 pies, hasta ayer la marca del record. El Perlan II, es un aeroplano único en el mundo, con la mayor tecnología aplicada tanto en el cielo como en la tierra, aunque su vuelo depende exclusivamente de las condiciones metereológicas y del conocimiento y la versatilidad de los expertos pilotos que quieren llevar a esta aeronave experimental a la frontera con el espacio. El aeroplano se confunde con las nubes, de donde también tomó su nombre y es el sucesor del Perlan I con el cual se estableció el primer récord mundial en 50.722 pies (15.4 kilómetros), en 2006 por Steve Fossett y Einar Enevoldson. El proyecto nació entre 1992 y 1996, cuando Enevoldson, piloto de la NASA, logró determinar la existencia de las “ondas de montaña estratosférica”. El piloto se unió a Fossett para crear el Perlan I y establecer el primer record, el aventurero aviador tenía previsto financiar el Perlan II pero en 2007 tuvo un accidente aéreo y desapareció. El proyecto cuenta con el financiamiento de donantes individuales, y el patrocinio de AirBus Group desde el 2014. Con respecto al año pasado, cambiaron el avión que los remonta al cielo, realizaron una mejora de la visualización en la cabina de donde puede estar la onda de montaña, las ventanas para los dos pilotos que entran en la minúscula cabina fueron rehechas y aplicaron mejorías de baterías estirando en un 50% la duración. El avión no tiene energía por eso depende de las baterías tanto para darle calor a los trajes de los pilotos como para operar toda la aparatología en el planeador. A medida que Perlan II continúa escalando a través de la atmósfera y entrando a la estratósfera, está recolectando datos claves relevantes para importantes investigaciones científicas, ayudando a cerrar brechas de información relacionadas con el cambio climático, aprender más sobre aeronaves volando en climas extremos a grandes altitudes, efectos de la radiación en pilotos y aviones en la estratósfera, entre muchos otros. El equipo de expertos pilotos y científicos anoche celebraban en una parrilla local con cordero patagónico. La misma a la que acuden tras el final de cada jornada victoriosa.