LA NACIÓN/Mariela Arias.-

EL CALAFATE.- Hay quienes trabajan en una empresa, en una escuela, o en un comercio. Otros, muy pocos, deben montar su "oficina" sobre una montaña y trabajar desde allí: es la única manera de medir y estudiar la evolución de los glaciares en el tiempo. "Y si, es uno de los lugares más lindos para trabajar", reconoce Pierre Pitte, investigador del CONICET a poco de emprender el ascenso al glaciar de Los Tres, ubicado al pie del Cerro Fitz Roy, una postal de ensueño para los amantes de la montaña. (Crédito portada: Pierre Pitte)

Medir un glaciar significa caminar durante horas por la montaña, saber escalar, cargar en la mochila además de encordado, esquíes, grampones, piquetas, arma, pala y sonda, carpa y alimentos, todo el equipamiento científico para realizar las mediciones sobre el hielo. Y claro, armar un campamento lo más cerca posible del glaciar y pasar algunos días allí a la intemperie. Al conocimiento científico le suman experiencia en la montaña que les permita estar seguros y saber enfrentar los imprevistos a miles de metros de altura.

Así trabaja Pitte, quien forma parte del equipo del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) dependiente del CONICET y la Universidad de Cuyo que realizó el mapa de glaciares de todo el país presentado el año pasado y cuyo resultado arrojó 16.968 cuerpo de hielo (16.078 sobre la Cordillera de los Andes y 890 en las Islas del Atlántico Sur). Para hacerlo ascendieron hasta 6000 metros de altura a lo largo de 4000 km de Cordillera y dedicaron cinco años a analizar los datos relevados.

Si bien Argentina se encuentra entre los países con más glaciares en el mundo, no escapa al diagnóstico global de fuerte retroceso que se observa en todas las cordilleras del mundo. Según explican los expertos también nuestro país está afectado por el cambio ambiental global.

"El escenario es complicado, estamos perdiendo recursos hídricos en la cordillera", detalla el científico ante LA NACION y destaca que aún hay mucho hielo en la cordillera. "Todavía hay muchísimo hielo en la Cordillera, la provincia de Santa Cruz es la que concentra la mayor cantidad de glaciares en Argentina, solo la cuenca del río Santa Cruz tiene 3000km2 de hielo, y si bien aún tenemos grandes reservas, estamos viendo que las estamos perdiendo y las tasas a las que las perdemos son aceleradas, se han acelerado en los últimos 10 años", explica con preocupación Pitte. La aceleración del retroceso muestra que el cambio climático sigue sucediendo y fuerza a los glaciares a perder masa para reacomodarse a un clima desfavorable.

En la última asamblea general del World Glacier Monitoring Service-WGMS (Servicio Mundial de Monitoreo de Glaciares) que reunió aquí a glaciólogos de América Latina se pudo conocer un diagnóstico de situación, y entre otros datos, se pudo observar que los glaciares de la Patagonia junto a los ubicados en los Andes Tropicales son las zonas que pierden hielo a mayor velocidad.

Pitte, quien es doctor en Ciencias Geológicas y trabaja hace 14 años en el IANIGLA dedicado exclusivamente al área de glaciares, considera que la Ley de Glaciares vigente desde 2010 es una herramienta innovadora en la región: "Es una ventaja para Argentina por sobre los demás países de la región, porque garantiza la protección legal de los hielos argentinos y es además la institución designada a realizar un plan de seguimiento de todos los glaciares", afirma.

Tras la ley, la fase 1 del plan de trabajo fue el mapeo de todos los glaciares y esa la que ya lograron realizar. En la fase 2, están abocados a medir el retroceso de los glaciares y a actualizar la superficie, miden la pérdida de área, la retracción y el cambio de longitud de la masa de hielo. Para la fase 3 tienen preguntas bien específicas para responder: ¿porque están retrocediendo los glaciares?, ¿cuánta agua contribuyen a los ríos?.

Para poder cumplir esta fase seleccionaron un glaciar en cada una de las cuatro grandes regiones climáticas que tiene la Argentina para glaciares, dos en el norte en los Andes Áridos, y dos en el sur en los Andes Patagónicos. Se trata de los glaciares Agua Negra (San Juan) Azufre (en el volcán Peteroa, Mendoza), Alerce (Monte Tronador, provincia de Río Negro) y De los Tres, (cordón del Fitz Roy, Santa Cruz). Cada seis meses suben a ellos para monitorearlos.

"Hacemos estudios que se conocen como balance de masa que consiste en medir en un glaciar determinado la cantidad de nieve que cae en invierno y la cantidad de hielo y nieve que se derrite en el verano y hacemos una cuenta, que es como un balance contable", grafica. Y sintetiza: "Si cayó más nieve de lo que se derritió en el invierno vamos a tener un balance positivo y con varios años de balance positivo, el glaciar crece, y si cayó menos nieve de lo que se derritió vamos a tener un balance negativo. Y con una secuencia de años negativos el glaciar va a empezar a tener un volumen más pequeño y una superficie más pequeña".

El científico explica que los estudios les permite saber que está pasando con los glaciares y conectar directamente los cambios del glaciar con variables meteorológicas como precipitación y temperatura. En los cuatro sitios que están monitoreando agregaron estaciones meteorológicas "Los glaciares interactúan con el clima, son muy sensibles al clima. Los Andes del norte del país han estado sujetos a una sequía terrible en los últimos 10 años. Hubo una secuencia ininterrumpida que están en 50% de la media. Los colegas chilenos la han llamado megasequía", detalla Pitte.

El grupo de científicos que midió los glaciares argentinos. Crédito: Laura Zalazar

Tras unir las 5 horas a pie desde la localidad de El Chaltén hasta la Laguna de los Tres, establecen su campamento para estar a solo 10 minutos de escalada del glaciar. "Vamos con una sondas de avalancha, unas varillas y medimos en distintos puntos del glaciar que cantidad de nieve cayó, esa nieve puede tener distintas densidades, por lo cual hacemos un pozo que se conoce como calicata, tomamos muestras de la nieve a distintas profundidades y la pesamos. Y eso nos da una idea de que densidad tiene y podemos convertir todo en lo que llamamos agua equivalente. Y así podemos comparar la nieve que hay arriba del glaciar, con la nieve que puede precipitar o con las lluvias que caen", detalla Pitte.

El procedimiento que cuenta con simpleza, implica una gran logística. En esta campaña que solo en el glaciar significó cinco días, el equipo se compuso además de Pitte, del géologo Hernán Gargantini, Laura Zalazar, una especialista en sensores remotos y la doctora, Ines Dussaillant, experta en la utilización de imágenes satelitales para medir cambios en los glaciares y el guía de alta montaña Juan Pablo Scarpa. Todos del IANIGLA-CONICET.

Todos cuentan como mínimo con diez años de experiencia en la montaña. Las mediciones se repiten dos veces al año, y ellos viajan por tierra desde Mendoza para hacerlo. En verano vienen con una perforadora de vapor y hacen perforaciones de 4 a 5 metros en el glaciar . Allí dejan balizas hechas en cañas de colihue atadas y sobre esas cañas podemos ir midiendo cuanto se derrite el hielo y además midiendo la posición de las cañas en el tiempo, así podemos determinar a qué velocidad se mueve el glaciar

Crédito: Pierre Pitte