Jonatan Consoli es escritor y músico, y si bien sus composiciones musicales surgieron antes de su pulsión por la escritura, cuando a los 11 años su padre le regaló Crónicas Marcianas de Ray Bradbury descubrió el universo de la literatura,  supo que ese era su destino. Un buen lector es un buen escritor en potencia y Jonatan  lo puso en práctica. 

Nació en Lomas de Zamora, transcurrió parte de su adolescencia en Río Gallegos y actualmente reside en San Luis, en Juana Koslay, un pueblito de 13 mil habitantes distante unos 7 kilómetros de la capital,  cerca de la gran ciudad y lo suficientemente alejado  como para permitir la solitaria comunión entre el escritor y su musa.  Siente que la pandemia que asola la humanidad no se inmiscuye en su obra,  quizás porque para él pensar en la muerte siempre fue un motivo inspirador.

Piensa que  la lectura frenética que impone la era digital no es un obstáculo para un escritor como él que no negocia su libertad a la hora de sentarse frente a la computadora a escribir, porque su trabajo busca empatizar con el lector a partir de brindarle lectura de calidad. 

En 2013 publicó su primera novela,  “Una noche en el maldito Lago La Plata”, delarada de Interés Provincial en la provincia de Santa Cruz. En noviembre de 2020 escribió  “Ensayos de la muerte”. Un compilado de relatos de suspenso, misterio y drama. La obra alterna la lectura con ilustraciones del  artista plástico Andrés Casciani.

1) ¿Cuál es tu vínculo con la muerte, el tema de tu último libro de ensayos. Es un tema recurrente en vos?

Sin dudas que se trata de una obra fuertemente atravesada por la ansiedad, el miedo, la incertidumbre y lo abrumador de pensar en la muerte como una realidad inapelable. Sin embargo, no fue concebido con la idea de promover algún tipo de mensaje al respecto. Creo que el texto no busca revelar ni resolver nada, o incluso todo lo contrario: demuestra que las imprecisiones pueden ser infinitas en este sentido. Aborda el tema de la muerte quizá desde una perspectiva más bien ingenua, a veces manifiesta solo en la ocurrencia de lo cotidiano. De algún modo, es solo una suerte de condición argumental que hace que las historias funcionen. Un poco como en la vida, creo. Pensar en nuestra finitud a veces logra que nuestras historias caminen. Provoca, empuja, consigue que pase algo con nuestros sueños, con nuestros deseos, con las decisiones que tomamos.
Por otro lado, sí, es un tema recurrente en mi literatura. Particularidad que, a veces, me resulta un poco perturbadora, o por lo menos incómoda. Confieso que suelo arrepentirme de cosas que escribo, y muchos de mis trabajos terminan en la papelera. Pero el hecho es que la muerte siempre está ahí, ronroneando, condicionando mis historias. Como si de otro modo no pudiese sostener el entusiasmo por escribir. Es algo con lo que debo negociar todo el tiempo, que me obliga a buscar el equilibro. Y resulta, en concreto, uno de los ingredientes principales de mis procesos creativos.

2) ¿Creés que la pandemia influye en la percepción del escritor, es posible sustraerse del contexto?

Es raro. Porque, si bien asumo que el contexto influye en todo lo que hacemos, creo que en mis proyectos literarios (el que materialicé el año pasado y los que vienen en camino), no hay rastros de pandemia. O no directamente, al menos, y no por ahora. Digo, está claro que pertenecemos a un entramado social, histórico, económico y político que nos constituye y condiciona. Sin embargo, no siento que este suceso, aunque histórico, haya sido suficiente para penetrar y condicionar significativamente mi trabajo literario actual. De todos modos no quiero apresurarme, y espero mejor que mis futuros textos den cuenta de la influencia real de la pandemia en mis ideas e incluso en mi práctica de escritura. Mientras tanto, sospecho que todavía soy capaz de abstraerme, de descontextualizarme y sentir una ligera atemporalidad a la hora de escribir.
En contrapartida, creo que esta pandemia sí influyó notablemente en mi música. Pero eso ya es harina de otro costal.

3) ¿Cómo convivís o cómo te parece que convive hoy un escritor que crea mundos a partir de construcciones literarias complejas,  en tiempos de lectura líquida y textos breves?

No caben dudas de que el mundo actual nos expone a excesiva información visual, audiovisual, y a textos más bien breves. Desde lo que puedo percibir, los más jóvenes dedican menos tiempo a la lectura de novelas, y las bibliotecas no se ven tan pobladas como hace al menos unas dos décadas. Veo mucha más propensión a la distracción que ofrecen los celulares u otro tipo de dispositivos donde la información y los contenidos son mayormente fugaces e inconsistentes. Sin embargo, en lo que a mí respecta, prefiero restar importancia a esta nueva y desfavorable predisposición general. Es decir, si tengo una historia de dos líneas, la escribo en dos líneas, y si mi historia necesita mil páginas, entonces escribo esas mil páginas. No me interesa demasiado adaptar mi trabajo a la tendencia actual de leer solo textos breves, en todo caso prefiero resistirme y promover la importancia de dedicarle tiempo de calidad a la lectura. Pienso que quienes gustamos de desconectarnos y sumergirnos en los libros aun somos muchos. Además, no tengo presiones editoriales en este sentido y la verdad es que disfruto de hacer lo que se me antoja cuando estoy frente a la computadora. Esa libertad no es negociable.

4) Teniendo en cuenta que sos joven, ¿pensás que tu estilo se adapta al público de hoy, el que referimos de lectura rápida, o crees que el lector de tus libros, el lector en general aún en formato digital seguirá consumiendo novelas, ensayos o cuentos más allá de la extensión?

La verdad es que no estoy tan seguro de cuál sea el público que más disfruta de mi estilo, es decir, no alcanzo a reconocerlo del todo, no todavía. Sucede que muchos de mis lectores son afectos a una literatura completamente distinta a la que yo produzco, y sin embargo, por alguna razón me eligen, me releen y hasta me contactan para enviarme sus comentarios o sus experiencias de lectura. Y si lo pienso detenidamente, mi primera publicación se trató de una novela corta, y mi último libro es un compilado de relatos breves. Cuentos acompañados, además, de increíbles ilustraciones que realizó el prestigioso y popular artista plástico argentino Andrés Casciani. Desde esta perspectiva tal vez podría afirmar que sí, que mi estilo se adapta cómodamente al público de hoy, a ese lector impaciente y de hábitos postmodernos. Aunque no lo busco de manera consciente, ni lo tengo tan claro.

Lo cierto es que me esfuerzo por tener en claro, antes de comenzar a escribir, cuáles son los elementos que el público espera encontrar dentro del género en el cual estoy por involucrarme. Aún pese a mi indisciplina y a mis métodos caóticos de trabajo, admito que me esmero por ponerme en el lugar del lector y sumarle cosas nuevas, renovar su mundo interior, salirme de los clichés, evitar los argumentos trillados, los lugares comunes. Constantemente pienso en ese otro que abrirá algún día mi libro, lo imagino, empatizo con él y trato de darle siempre lo mejor de mí, ser sincero, genuino, generoso. Y así, sin mayores mañas, me entrego a la escritura y dejo que la imaginación vuele y las historias fluyan. Fluidez y libertad que suelo conseguir a fuerza de sahumerios, whisky y buena música de fondo.

*Las ilustraciones son obra del artista plástico Andrés Casciani.

El libro Ensayos de la muerte, se puede adquirir en este link.

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