Leandro Albornoz RMARIELA ARIAS/ LA NACION.- El escribano Leandro Albornoz es el quinto de seis hermanos de una familia afable y conocida, en una ciudad que con poco mas de 100 mil habitantes, es apenas un pueblo grande. De perfil bajísimo, meticuloso y muy estudioso, así lo describen quienes lo tratan con frecuencia. El repentino protagonismo mediático, no está dentro de su búsqueda, así lo reveló el mismo ayer a la mañana al terminal el operativo de gendarmería. “Llevo una vida tranquila y familiar. Y Río Gallegos es una ciudad muy chica, todo esto lo complican a uno en su vida diaria, en lo familiar, en el entorno en un montón de cosas que suceden en ciudades chicas como las nuestras. Es la única preocupación que uno siente. Uno tiene familia, niños en edad escolar. Todo esto afecta”, afirmó en diálogo con TN Noticias. No escapó a su vínculo con Báez, afirmó que es su cliente desde el 2004 y lo calificó a su actuación en el allanamiento de “profesional”. Admitió que estaba preocupado y esa preocupación se notaba en el rostro de este hombre de 48 años tempranamente canoso. Sobre Báez, se limitó a decir : “una persona es inocente hasta que demuestre lo contrario” aunque aclaró: “Tengo una responsabilidad profesional detrás de esto y más como escribano”. Su dedicación a la profesión le valió ser presidente del Colegio de Escribanos de Río Gallegos. “El nombre y el prestigio profesional de uno se menciona a cada momento, a veces injustificadamente, con cuestiones que no me gustan”, afirmó y con una mueca de disgusto agregó “supuestamente había secreto de sumario y (la información) estaba en todos los medios, eso me llama mucho la atención”. Albornoz tiene la escribanía en la misma manzana que el Grupo Austral reunió en centro de sus operaciones en la calle ex Libertad 141, renombrada Presidente Alfonsín. Apenas unos pasos separan al escribano del empresario, que si bien allí tiene la sede de la mayoría de sus empresas, suele pasar mas tiempo en la hoy paralizada Austral Construcciones. El edificio de tres plantas donde tiene sus oficinas el escribano Albornoz, está emplazado en un predio catalogado de interés por la dirección de Turismo municipal. Es que, según ese organismo, allí funcionó la primera construcción de dos pisos de la historia galleguense. Las autoridades municipales cuentan que a fines de 1890, Gran Bretaña ofrecía tierras en la Patagonia argentina y el inglés Edwin Beecher se trasladó desde Liverpool hasta Río Gallegos con sus herramientas y la empresa familiar para construir viviendas en la zona, según reconstruyó hoy la agencia Télam. Beecher edificó el primer antecedente de una casa en el lugar, hasta que en 1905 terminó de levantarse una construcción mayor que funcionó como posada y restaurante. Por su tamaño y por su color, el sitio fue bautizado como “The White Elephant” (El Elefante Blanco). Más cerca en el tiempo, la casa histórica quedó reducida a cenizas por un “voraz incendio” producido en 1992, y luego se levantó el edificio actual, de planta baja y dos pisos superiores: en uno funciona la escribanía de Albornoz y en los otros hay departamentos y una empresa de servicios y logística para la industria del gas, el petróleo y la energía. Por casualidad o por destino, el cartel con la antigua fotografía de “El elefante blanco” se mezcló ayer con los documentos de las empresas de Lázaro Báez, que durante años estuvieron a la vista de todos los santacruceños, y la justicia provincial, nunca investigó.