Ojalá todos los pibes de Villa Fiorito, que en los últimos 60 años, no sólo no redujo su marginalidad geográfica y social sino que aumentó, sobre todo en pobreza, puedan. Ojalá que todos los pibes de todas la villas, barrios marginales, de emergencia, asentamientos, conurbano de grandes metrópolis o nativo del último pueblito perdido en alguna selva de Salta, Santiago, Chaco, Formosa o El Barrio Evita de Río Gallegos, nazca con una pelota pegada al pie.

Les guste o no a los sensibles selectivos que tienen muy alta la capacidad de ofenderse, va a ser la única manera que salgan del hambre, de la falta de recursos, de la falta de educación de calidad que verdaderamente nivele las oportunidades. Que los aleje de la delincuencia, del patoterimso y del clientelismo político. Los ponga a resguardo del puntero, del tranza, del explotador, de la unidad básica y del ministerio que, con sus dádivas selectivas, los obligue a agradecerles cada cucharada de polenta de tercera marca pagada a precio de atún de primera marca.

Ojalá nunca caigan en la droga y aprovechen esa oportunidad que se les dé tempranamente para ayudarse, ayudar, progresar, rebelarse y nunca atarse al poder de turno para lograr impunidad, lujos y privilegios.

Ojalá que cada pibe pueda jugar a la pelota como un dios como si tuviera la mano de un ser superior que lo guíe, y así poder iluminarse y no rodearse de un entorno que lo adule, lo idolatre, y lo acose con su pusilaminidad, para que ése pibe tenga un segundo de lucidez y se dé cuenta de que, con tenerla pegada al pie no alcanza.

No alcanza para ser un ser humano, con virtudes, defectos, torpezas y aciertos; pero un ser humano querido, en serio. Y ojalá ése pibe pueda alguna vez despegarse la pelota del pie para pisarla mirar a su alrededor y descubrir que es injusto que una sociedad espere de él solo tiros libres y no la simpleza de una vida soñada pero consciente de su disfrute.

Ojalá, cada pibe pobre de la Argentina, nazca con una pelota pegada al pie. Porque no hay un estado ni una organización política económica que le garantice a sus padres, trabajo para asegurarle su educación, salud y progreso.

Y ojalá que cada pibe que nazca con una pelota pegada al pie no se vea rodeado de periodistas, comunicadores y estrellas del jet set que lo veneren como se venera la tranquilidad del oso polar resistiendo altas temperaturas en un zoológico: lo admiren y destaquen sus cualidades como pibe con la pelota pegada al pie pero que quede en el zoológico, no importa en qué condiciones.

Y tampoco le pidan opiniones que no correspondan , respuestas contundentes para el titular de mañana, aunque sepan que es un pibe que sólo tuvo la suerte de tener la pelota pegada al pie.

Porque si los veinte millones de pibes menores de 15 años de la Argentina no nacen con la pelota pegada al pie, corren riesgo de terminar baleados por la policía o por otro pibe que sin la pelota pegada al pie, decide robarle el bolso en la parada del colectivo que lo lleva a la changa.

Corren riesgo de ser seleccionados para formar una masa compacta de " pueblo en la calle" aplaudiendo a quienes los condenaron a ser marginales, al hambre, a la falta de oportunidades, a morir en una ruta, en una guardia de un hospital desprovista de lo básico de una guardia de hospital, y a que tengan una sola oportunidad en la vida: tener la pelota pegada al pie.

Ojalá.