Compartimos un trayecto de nuestras vidas. Veinte años que parecían muchos y que ahora resultan pocos. Nada. Fundamos espacios periodísticos desde donde contamos el lado oculto del kirchnerismo, siempre con la convicción de que para eso está el periodismo.

Trabajamos en el gremio, y hasta transitamos el convulsionado territorio de la política. Y con todo, desde la complicidad, nuestra amistad salió indemne.

Tanto como mi admiración por su enorme capacidad para interpretar las circunstancias y los personajes de nuestra realidad, describirlos con gracia, y transmitirlos sin medias tintas.

Y esa admiración y respeto por el periodista crece en la medida en que los hechos de corrupción que él documentó y narró en su libro El Amo del Feudo hace 18 años, fueron confirmados por la realidad aunque lamentablemente nunca terminan de ser juzgados por la justicia.

¡Qué interesante hubiese sido ver a Daniel transitar este tiempo con su parva de papeles bajo el brazo, con millonarias licitaciones de obras públicas infladas con sobreprecios y plagadas de nombres de empresas de amigos y favorecedores!.

¿Que eran fotocopias?, sí, es verdad. Fotocopias de expedientes, capturadas de registros públicos o del propio Boletín Oficial donde están impresas las huellas de cada uno de los pasos de los funcionarios que pueden auscultar quienes quieran enterarse y tengan la voluntad de hacerlo.

Lo bueno es que a Daniel no lo hubiesen podido acusar de Lawfare porque en Santa Cruz el poder judicial y el partido del gobierno son un solo corazón. Corazón, cabeza y mano ejecutora.

En este día de la libertad de expresión quiero recordar a Daniel Gatti con palabras de García Márquez "la ética y la técnica periodística son inseparables como el zumbido al moscardón".