educ fisicaPor Alejandro Gasel.- Hace unos días, tomando mate con una compañera “profe”, Susana, me entero de la aprobación de la Resolución 319 del Consejo Provincial de Educación que establece una serie de cambios sustanciales en el área Educación Física de la Escuela Secundaria de Río Gallegos. Como suele suceder ante todo cambio, el clima era de inquietud y ansiedad aunque de cierta satisfacción. ¿Qué tiene de relevante dicha resolución (luego convertida en Acuerdo 012 /16) por el órgano del C.P.E? La norma, construida a partir de un trabajo de la Supervisión de Educación Física, implementa cambios profundos (luego volveremos a este adjetivo) en el área.  La misma se ajusta a la transformación curricular que vive la escuela secundaria, tanto en contenidos como en nuevos sentidos que la direccionan hacia una articulación significativa con la sociedad actual. En principio, elimina el armado de grupos a través de criterios de selección como la destreza o la capacidad física del estudiante. En otras palabras, no se armarán grupos donde los “nerds” y “gorditos” se reunirán en unos y los “atléticos” en otros. Situación naturalizada por la tendencia deportivista que promovía la selección. Asimismo, se descarta como obligatoria la separación por sexo, heredada de la Ley 1420 que reforzaba una imaginación del hombre con fuerza y vigor y de la mujer como lo femenino y débil (mis compañeras en la secundaría jugaban al vóley y los varones al futbol, por citar algo biográfico). Tal práctica terminó cristalizándose en la junta secundaria quien separaba en los listados de ingreso a la docencia a los profesores “varones” y profesores “mujeres” (algo impensado en asignaturas tradicionales como Matemática, Lengua y Literatura o Historia). A partir de esta norma, habrá un solo listado unificado en dicha junta. Este furibundo cambio se mete directamente con el enfoque de la disciplina, la obliga a repensarse a partir de la diferencia. La organización de los grupos escolares deberá razonarse a través de la heterogeneidad, trabajar con alumnos en forma mixta, contribuyendo a la convivencia, al fortalecimiento de la identidad, integración de los géneros y promoviendo un mayor autoconocimiento del cuerpo. La perspectiva es construida desde una moderna concepción cultural de la disciplina que trasciende el concepto de cuerpo homogéneo y entrenable/moldeable hacia una corporeidad dinámica, diferente y cognoscible. El cambio es profundo en un área difícil, no obstante, de la más motivadora de la Escuela Secundaria. Es la que más acepta un principio materialista del aprendizaje, opera con el cuerpo, lo tematiza y focaliza. Aunque como lo hemos manifestado e investigaciones lo han probado (Aisentein-Scharagrodsky: 2006) ha sido el arma disciplinadora de un Estado que ha sido totalitario, nacionalista, represor, persecutorio y homogeneizador. Hay que pensar que la historia de la educación física como una disciplina escolar es  parte importante de la historia de la cultura física o de las corporeidades en la Argentina. Terreno conflictivo el de las culturas corporales (mis escritos en winfosantacruz han avanzado sobre esto cuando hablamos del “mariposón” o del “asesinato de una joven trans” en Río Gallegos) porque es ahí donde se producen y reproducen cuerpos imaginarios, simbólicos pero también reales. El escenario del patio o del gimnasio abierto a diferencia del aula ha promovido un ámbito más libre pero propenso para chistes misóginos, bromas homofóbicas, o burlas sobre “los débiles” o “poco agiles” (¿ojotas?). Un ámbito donde el discurso patriarcal suele moverse con más libertad. Recuerdo la vez que un profesor de Educación Física se paseó todo el día con una remera que decía en grande “No me rompan las pelotas”. Fue el único momento donde el desplazamiento de significado emergió en una clase de Educación Física (más tendientes al texto instructivo y de lo denotado), aunque, en su significado segundo no dejaba de resonar su masculinidad dominante. La cultura de física o corporal estuvo muy presente en la historia argentina: la categoría civilización y barbarie imaginan un cuerpo que apologizan y otro que excluyen, fue metáfora tanto en los higienistas como en los procesos de medicalización y control de flujos biopolíticos, se habló de los detenidos-desaparecidos como un “cáncer que debía extirparse del cuerpo de la nación”. En estos contextos situados históricamente, la educación física jugó un rol fundamental. La educación física desplegó un discurso que fue una serie de descriptores que le permitió leer todos los “cuerpos en movimientos” que la Escuela le entrega con total premura. Entrenó, reguló, calificó, se nutrió de la medicina para prescribir y proscribir ciertas prácticas (opinaron sobre sexualidades, goces, onanismos, etc.) buscando un cierto orden de cuerpo ideal (simbólico). Hoy percibimos un cambio en la normativa ¿Cuán directamente proporcional será este cambio a su accionar concreto en la vida cotidiana del aula? ¿Cuánto puede un Profesor de Educación Física en estos tiempos? Nos queda esperar, colaborar con los procesos y asumir que tal vez, el área de Educación Física sea la más adelantada en tanto autoconciencia de su rol disciplinador de corporeidades.  Naturalmente, las materias tradicionales seguimos proponiendo una clase de un profesor que les habla a sus alumnos que escuchan somnolientos en sus bancas, sin moverse. Saludamos a sus artífices en varios ordenes, pero por sobre todos, a los Profesores que fueron parte del I Encuentro de Educación Física y Género que se organizó en Río Gallegos en noviembre de 2015, donde se discutió sobre estos problemas y donde se comenzaron a gestar estas resoluciones. El autor:  Dr. en Letras, Profesor Adjunto del área Teorías y Metodologías en UNPA-UARG y de Residencia en el Instituto Provincial de Educación Superior de Río Gallegos. Especialista en Semiótica, Género y Educación.