dfec1aaa-404f-4c70-a87e-db40449ba85bEL CALAFATE.- Enzo Barrios, tiene 18 años y un sueño: ser ingeniero mecatrónico. Aprovecha el verano para prepararse en Matemática y Física. En los próximos días lo espera un duro examen de ingreso en la Universidad Nacional de Cuyo, pero el desafío no parece desanimarlo. Es uno de los tantos egresados del secundario que en 2016 perdieron 85 días de clases por paros y protestas. El vínculo entre los alumnos, los docentes, los padres y la escuela es fundamental en todo proceso de aprendizaje. La discontinuidad y las clases interrumpidas afectan la construcción de ese vínculo vital para el proceso de aprendizaje y en definitiva ni los alumnos logran aprender ni la escuela completar su objetivo. La historia se materializa al entrevistar a alumnos, docentes y padres de Santa Cruz . “No sé qué porcentaje de días perdimos. Al principio me enojaba porque los docentes nos prometían resúmenes de las clases que nunca llegaban, pero después me concentré en lo que quiero ser en el futuro”, relata Enzo Barrios a LA NACION en un alto de su clase particular de física. Nació en Salta y a los 7 años llegó con su familia atraída por mejores oportunidades de trabajo. Su padre es albañil. Él quiere ser ingeniero. Lo explica fácil: “Me gusta crear y me gusta aprender”. La tarde de verano se alarga sobre el lago Argentino. Enzo pidió ayuda para prepararse en Física al director del Industrial 9, del que egresó en diciembre. La escuela, creada en 2011, cuenta con talleres propios pero con inmueble prestado. Hay un proyecto para que este año, con financiamiento nacional y asistencia técnica provincial se avance en la construcción del edificio definitivo. “La mejor evaluación externa son nuestros egresados; el ciento por ciento trabaja o estudia”, contó a LA NACION Guillermo Stettler, el director del Industrial que ayuda al alumno y se entusiasma con su futuro. Relata que el paro en la escuela se sintió . “Es lamentable que entre adultos no nos pongamos de acuerdo para no perjudicar a los alumnos”, afirmó en el acto de fin de año ante alumnos y padres; pidió buscar caminos de entendimiento para los conflictos y un cambio educativo profundo. El año que pasó fue el peor en materia educativa en la provincia. El enfrentamiento entre el gobierno y el gremio docente fue la materia que todos reprobaron. Hay escuelas donde casi no hubo clases. No sólo por el paro, sino por las falencias de infraestructura en los edificios. Vanesa García, es comerciante, tiene tres hijos en edad escolar, vive en Caleta Olivia. Explica que las clases no se perdieron sólo por el paro docente: “Hubo un largo paro del personal de maestranza afiliado en ATE, a eso se suma los días sin agua potable. Mis hijos tuvieron entre 79 y 81 días de clases”. Relató que en esa ciudad hay familias que decidieron enviar a sus hijos a estudiar a otras provincias. “Como padre acá no hay dónde ni ante quién reclamar”, relató Vanesa, angustiada. Entre los padres hubo expresiones disímiles. Los afines al kirchnerismo llevaron la voz cantante, organizaron sus propias marchas y llegaron a enfrentar a los docentes. Ellos propusieron la emergencia educativa, una ley que reemplaza a los docentes en paro y que no prosperó tras fuertes críticas. Para paliar la situación, el gobierno provincial instituyó la “Escuela en Verano”, un programa que propone reforzar contenidos curriculares a alumnos de nivel primario y secundario. Funcionan en 33 sedes de la provincia. No es de asistencia obligatoria, pero los alumnos encuentran allí apoyo para rendir las materias que se llevaron a marzo. En pleno verano, los chicos llegan de a cientos a estudiar. Silvia Velázquez es arquitecta, enseña dibujo técnico en el CIC “Formenti”, de El Calafate. “Me parece bien planteado el programa, una hora de docente particular puede salir $200, acá vienen y los ayudamos a preparar las materias que tienen que rendir. Llegan con sus tableros y hacen las láminas que deben presentar en febrero o marzo, están preocupados por las clases perdidas”, detalla quien también es docente en la escuela Industrial. Mauro Vidal tiene 17 años, está en segundo año de la escuela Laboral Domingo Savio. Se llevó seis materias a marzo y concurre a la escuela de verano que funciona en la biblioteca provincial Hilarión Lenzi, en Río Gallegos. “Vengo todos los días de 14 a 17. Este año casi no tuvimos clases, acá siento que saco provecho, que aprendo”, relató. El año que pasó fue durísimo para alumnos y docentes. Lo sufrieron más quienes viven en zonas alejadas como Malena Cabrera. Tiene 15 años, pasó a cuarto año en el Secundario 41 Osvaldo Bayer, del barrio San Benito, alejado del centro de Río Gallegos, con calles de tierra, intransitables en invierno. “La directora armó un grupo de WhatsApp y nos mantenía informados. El paro del año pasado nos golpeó fuerte a todos. Me generó mucha frustración, hay cosas que no terminamos de aprender”, contó a LA NACION. Malena participa en el centro de estudiantes y quiere seguir estudiando. El gobierno y el gremio sólo se pusieron de acuerdo para criticar al ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, que puso en duda la validez de los títulos de los egresados de Santa Cruz por los paros. Desde el Consejo Provincial de Educación aclararon que el Ministerio de Educación sólo certifica que las carreras que se dictan correspondan con los lineamientos curriculares y la normativa vigente, pero que la potestad del título es de la provincia. El año terminó con paros y retenciones de servicios. Los docentes como toda la administración pública cobró tarde y desdoblado. La voz del gremio Sin un llamado a paritarias y sin regularizar los salarios, que desde 2016 se cobran en forma desdoblada, desde la Asociación de Docentes de Santa Cruz (Adosac) avizoran un inicio de año con conflicto; pese a ello, espera la voz de las asambleas de los próximos días. “Sin paritarias ni regularización en el cobro de salarios es difícil imaginar un escenario sin conflictividad. La situación en el país puede ser similar”, afirmó Pedro Cormack, secretario general de la Adosac, que asistirá al plenario de secretarios generales en Buenos Aires. Recordó que el gobierno de Santa Cruz no participó en la reunión de gobernadores por paritarias docentes. El año pasado, las negociaciones paritarias tuvieron diferentes matices: allí fue el espacio donde los docentes y el gobierno intentaban llegar a acuerdos. Para Cormack, “estos ámbitos no son exclusivamente para discutir salarios, lamentablemente en Santa Cruz terminan siendo espacios estancos”. Durante 2016, entre los paros y los días de retención de servicio hubo 85 días sin clases. Este número fue cambiando según la realidad edilicia de cada escuela; algunas, como la Escuela Nº 1 de Río Gallegos, estuvieron cerradas más de un mes, tras un amparo judicial de un grupo de padres por su calamitoso estado. La falta de clases se cuela en todos los rincones. Para Claudia Mazzini, secretaria general del gremio seccional El Calafate y paritaria, fue un año donde toda la comunidad quedó afectada. “La educación en Santa Cruz está desde hace unos cuantos años en proceso de deterioro y 2016 fue muy conflictivo, principalmente por la falta de respuestas a problemas que se repiten”, afirma ante LA NACION, y explica: “En parte, a causa de la ausencia de diagnóstico y previsión por parte del estado provincial, y por la falta de un debate real sobre la temática educativa en todas sus dimensiones”. Cormack dice que sería “reduccionista pensar que la crisis educativa en Santa Cruz se debe a los paros. Es simplista y equívoca una mirada así cuando las medidas de fuerza son el resultado de una resistencia frente al permanente menosprecio hacia los derechos laborales más básicos”.